top of page

Ocho meses sin ti

  • Cuentissimo
  • 22 mar
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 22 may

Hoy se cumplen ocho meses sin ti. Meses que a veces saben bien, de esos en que sin querer un día te recuerdo. Cuando viajo sola en metro, por ejemplo. O meses de los que no perdonan. De esos que me aplastan cuando hago zapping y me sale tu película favorita. Porque de todas las que hay tenía que aparecer Robin Hood. Y esos meses son los mismos que me consumen cuando voy a la cocina y veo tu chocolate con naranja que yo jamás me habría comprado. Pero tú sí. Con tu afán de querer probar cosas nuevas. Con tu afán de querer ponerme a prueba. A mí.


Lo peor es que si solo fuesen meses aún te podría desafiar. Podría vivir a lo grande, sin letra pequeña. Pero el problema es la mentira. Porque si se hace duro no es por todas esas cosas. Es porque puede que los meses se conviertan en años y la despedida en pérdida.


Entonces llega el primer pulsito. Bajar a la calle. Entrar al ascensor. Abrir la puerta. Y por instinto mirar a la derecha para comprobar que ya nunca volverás a esperarme allí. A veces de sorpresa. A veces porque yo te lo pedía. Pero siempre con tu estúpida sonrisa, a juego perfecto con esa chispita azul en tu mirada. Y por eso por aquel entonces salir de casa significaba un cosquilleo en el estómago, que ahora he bautizado como nudo en la garganta.


Y ese nudito no tiene reloj. Aparece y desaparece a su antojo. Como nosotros, que nunca nos importó la hora. Ni el día. Para ser tú y yo. Para escaparnos de nosotros con nosotros. Donde nadie nos viese. Donde nadie nos oyese gritar. Donde tú fumaras y yo bebiese, donde tú enloquecieras y yo muriese. Podíamos irnos al cine a medianoche. O coger el coche y conocer playas. Un martes. Sin planearlo. Sin cremas de sol ni toallas o chanclas. Sin señalar puntos ni trazar rutas.


Porque sabes de sobra que siempre nos ha ido eso de improvisar y cuanto más imposible, más nos gusta; cuanto más lejos, más nos gusta. Porque sabes de sobra que solamente habríamos conducido hasta el restaurante más feo pero con el mejor solomillo de al menos treinta kilómetros a la redonda. Y allí, entre cartas y alcohol, entre primeros y postres, nos habríamos confesado nuestro lado más desconocido, para luego conocer nuestro más salvaje en ese enorme baño de minusválidos.


Hasta que nos echasen. Por mal comportamiento o por deshora. Porque da igual, nunca nos importó el tiempo.

Entradas recientes

Ver todo
Te echo de menos

El título de hoy no obedece a ninguna consigna. El título de hoy es rehén del más puro dolor. No sé por qué motivo dejaste de escribirme....

 
 
 
Untitled

¿Por qué me siento tan adicta a ti? ¿Qué tienes, que me atrapa tanto? Será tu sensibilidad. Será tu risa. Será tu voz. Será tu olor. Pero...

 
 
 
Hoy he podido acordarme de ti

Hoy he podido acordarme de tu olor. He recordado tu sonrisa cómplice y tu forma de sujetar un cigarro. He recordado tus gestos cuando...

 
 
 

Comments


bottom of page