21 de enero. Felices dieciséis

El futuro que imaginaba a los dieciséis años es muy distinto al presente que ahora me envuelve.

El primer cambio es, sin duda, la ausencia de hijos. Esperaba poder darle la bienvenida al primero de ellos aproximadamente a mis veinticinco años. No solamente estoy a punto de cumplir veintiocho y ni siquiera estoy encinta, sino que además ha aparecido una duda que antes ni tan solo me planteaba. ¿Realmente quiero sacrificar mi libertad y mi independencia por uno o dos críos? Estoy muy bien ahora. No me apetece en absoluto. 

Tampoco sabía que llegaría algún día a trabajar de lo que actualmente trabajo. Lo que me iba a costar llegar hasta aquí. Que, de hecho, iba a cumplir uno de mis sueños de la infancia. Aunque tuve que tomar nuevas decisiones, pero decisiones mías. Porque escoger una carrera universitaria no sé hasta qué punto fue un deseo impuesto o propio. Terminé sacándome la carrera, pero a qué precio. Y con qué motivo, para qué, si no aprendí nada. Ya sabía escribir y razonar, esas herramientas no me las proporcionó la vida universitaria.

Del futuro que imaginaba de adolescente, también ha cambiado mi ubicación geográfica actual. Ahora ya no vivo en la ciudad donde nací y donde en ese momento vivía, sino que desarrollo mi vida laboral y personal en las afueras. Es increíble cómo a veces terminamos donde dijimos nunca hacerlo. Donde prometimos, de hecho, nunca hacerlo. Mi ex-pareja vivió cerca de donde lo hago yo ahora, y recuerdo siempre quejarme por la ausencia de belleza en estos paisajes. He tenido que tragarme esas palabras. 

Por ahora.